Rusia Defiende sus Recursos...Mexico los Dilapida
La nueva "guerra gélida" por los hidrocarburos del Artico
El académico Fyodorov momentos antes de sumergirse bajo el hielo en el Polo Norte el pasado 2 de agosto. Este artefacto y otro semejante descendieron en el sitio más de 4 mil metros como parte de las maniobras para reforzar la reclamación legal de Rusia sobre la riqueza petrolera y mineral del Artico" height="249" width="200">
Académico Fyodorov momentos antes de sumergirse bajo el hielo en el Polo Norte el pasado 2 de agosto. Este artefacto y otro semejante descendieron en el sitio más de 4 mil metros como parte de las maniobras para reforzar la reclamación legal de Rusia sobre la riqueza petrolera y mineral del Artico&producer=Ap',650,600); return false;" title="Mostrar la imagen ampliada">
Un minisubmarino ruso de inmersión profunda es bajado del barco de investigación Académico Fyodorov momentos antes de sumergirse bajo el hielo en el Polo Norte el pasado 2 de agosto. Este artefacto y otro semejante descendieron en el sitio más de 4 mil metros como parte de las maniobras para reforzar la reclamación legal de Rusia sobre la riqueza petrolera y mineral del Artico Foto: Ap
Vlady Putin, calificado como el zar geoenergético global por Bajo la Lupa, consolida su título al reclamar la posesión de las entrañas submarinas del Polo Norte, donde se concentra 25 por ciento de los hidrocarburos del planeta.
La genial jugada geoestratégica se gesta cuando los precios del crudo rasguñan 80 dólares el barril, mientras las bolsas anglosajonas se desploman.
Resucitada del cementerio geopolítico cuando estuvo a punto de suicidarse con el veneno neoliberal que le administraron sus verdugos anglosajones, mientras consolida su defensa, ahora Rusia pasa a la contraofensiva después de contestar el despliegue misilístico balístico que el régimen torturador bushiano intenta colocar en sus narices: optimiza su capacidad de respuesta nuclear frente a las bravatas de Dick Cheney; congela el tratado de armas convencionales en Europa; captura el corazón del Polo Norte repleto de hidrocarburos y anuncia su expansión marítima en el Mar Mediterráneo (¿en Siria y Argelia?), mientras aprieta las tuercas gaseras en la "periferia inmediata" de Belarús e inicia ejercicios militares conjuntos con China, en vísperas de la trascendental cumbre del Grupo de Shanghai en Kirguizia.
Es probable que los historiadores citen el inicio oficial de la nueva "guerra gélida", dadas las coordenadas donde se desarrolla, el primer día de agosto pasado, cuando la tripulación rusa de dos submarinos expedicionarios colocó su bandera de un metro de altura y de material anticorrosivo de titanio a una profundidad de 4 mil 200 metros.
Para la población rusa, humillada durante la fase derrotista de Gorbachov y Yeltsin, la hazaña del Artico rememora medio siglo más tarde la epopeya del satélite Sputnik. El zar geoenergético global quizá sea todavía mejor sicólogo que genial geopolitólogo: ha resucitado a Rusia de entre los muertos, en el más puro estilo dostoievskiano, y le ha devuelto el orgullo perdido a su alma extraviada en las estepas.
Más allá de la dotación de armas nucleares y misiles intercontinentales, imprescindibles para una potencia que desea ser respetada en el mundo hobbesiano en el que pervive la mentalidad paranoide anglosajona, Rusia constituye la primera reserva energética de hidrocarburos del planeta (cuando se suman el gas y el petróleo, sin contar el Artico) y ahora posee la tercera reserva de divisas (¡el equivalente de la zona euro!), habiendo desbancado a Taiwán y a punto de desplazar a Japón del segundo lugar, gracias a su estupendo manejo geoestratégico del oro negro: todo lo contrario de los ineptos neoliberales "mexicanos", quienes han dilapidado la riqueza nacional.
No es momento de detenernos en las mediocridades neoliberales "mexicanas" en plena deriva, sino en las genialidades rusas que reclaman 45 por ciento del Artico, que no es fácilmente definible en sus fronteras y alberga 25 por ciento de los hidrocarburos del planeta. Nuestros cálculos arrojan que a la cotización actual, las reclamadas reservas rusas en el Artico valdrían alrededor de 5 billones de dólares, es decir, siete veces su PIB nominal.Leer más...
El académico Fyodorov momentos antes de sumergirse bajo el hielo en el Polo Norte el pasado 2 de agosto. Este artefacto y otro semejante descendieron en el sitio más de 4 mil metros como parte de las maniobras para reforzar la reclamación legal de Rusia sobre la riqueza petrolera y mineral del Artico" height="249" width="200">
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Un minisubmarino ruso de inmersión profunda es bajado del barco de investigación Académico Fyodorov momentos antes de sumergirse bajo el hielo en el Polo Norte el pasado 2 de agosto. Este artefacto y otro semejante descendieron en el sitio más de 4 mil metros como parte de las maniobras para reforzar la reclamación legal de Rusia sobre la riqueza petrolera y mineral del Artico Foto: Ap
Vlady Putin, calificado como el zar geoenergético global por Bajo la Lupa, consolida su título al reclamar la posesión de las entrañas submarinas del Polo Norte, donde se concentra 25 por ciento de los hidrocarburos del planeta.
La genial jugada geoestratégica se gesta cuando los precios del crudo rasguñan 80 dólares el barril, mientras las bolsas anglosajonas se desploman.
Resucitada del cementerio geopolítico cuando estuvo a punto de suicidarse con el veneno neoliberal que le administraron sus verdugos anglosajones, mientras consolida su defensa, ahora Rusia pasa a la contraofensiva después de contestar el despliegue misilístico balístico que el régimen torturador bushiano intenta colocar en sus narices: optimiza su capacidad de respuesta nuclear frente a las bravatas de Dick Cheney; congela el tratado de armas convencionales en Europa; captura el corazón del Polo Norte repleto de hidrocarburos y anuncia su expansión marítima en el Mar Mediterráneo (¿en Siria y Argelia?), mientras aprieta las tuercas gaseras en la "periferia inmediata" de Belarús e inicia ejercicios militares conjuntos con China, en vísperas de la trascendental cumbre del Grupo de Shanghai en Kirguizia.
Es probable que los historiadores citen el inicio oficial de la nueva "guerra gélida", dadas las coordenadas donde se desarrolla, el primer día de agosto pasado, cuando la tripulación rusa de dos submarinos expedicionarios colocó su bandera de un metro de altura y de material anticorrosivo de titanio a una profundidad de 4 mil 200 metros.
Para la población rusa, humillada durante la fase derrotista de Gorbachov y Yeltsin, la hazaña del Artico rememora medio siglo más tarde la epopeya del satélite Sputnik. El zar geoenergético global quizá sea todavía mejor sicólogo que genial geopolitólogo: ha resucitado a Rusia de entre los muertos, en el más puro estilo dostoievskiano, y le ha devuelto el orgullo perdido a su alma extraviada en las estepas.
Más allá de la dotación de armas nucleares y misiles intercontinentales, imprescindibles para una potencia que desea ser respetada en el mundo hobbesiano en el que pervive la mentalidad paranoide anglosajona, Rusia constituye la primera reserva energética de hidrocarburos del planeta (cuando se suman el gas y el petróleo, sin contar el Artico) y ahora posee la tercera reserva de divisas (¡el equivalente de la zona euro!), habiendo desbancado a Taiwán y a punto de desplazar a Japón del segundo lugar, gracias a su estupendo manejo geoestratégico del oro negro: todo lo contrario de los ineptos neoliberales "mexicanos", quienes han dilapidado la riqueza nacional.
No es momento de detenernos en las mediocridades neoliberales "mexicanas" en plena deriva, sino en las genialidades rusas que reclaman 45 por ciento del Artico, que no es fácilmente definible en sus fronteras y alberga 25 por ciento de los hidrocarburos del planeta. Nuestros cálculos arrojan que a la cotización actual, las reclamadas reservas rusas en el Artico valdrían alrededor de 5 billones de dólares, es decir, siete veces su PIB nominal.Leer más...
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