Sunday, May 10, 2009

PANdemia Desinformadora

La epidemia desinformadora

JENARO VILLAMILDe origen indeterminado y sin vacuna que lo prevenga, la confirmación de un nuevo virus de influenza, el A (H1N1), ha concentrado el interés mundial ante la posibilidad de una nueva pandemia que, hasta el viernes 1, sólo ha causado fallecimientos en México. Incluso, la única muerte registrada hasta ese día en otro país fue la de un bebé mexicano que cruzó la frontera para ser atendido en un hospital de Estados Unidos.La paranoia se ha generalizado en el país, pero en buena medida el miedo es el resultado de un coctel: la opacidad, las inexactitudes y las contradicciones entre las cifras de contagiados y de muertos; entre las medidas adoptadas en México para enfrentar la emergencia sanitaria y las recomendaciones internacionales, y entre las declaraciones de funcionarios mexicanos de la Secretaría de Salud y la información difundida por la Organización Mundial de la Salud (OMS).A pesar de la saturación mediática sobre el tema, la desinformación es la otra cara del virus. He aquí un breve recuento de los principales ingredientes que generaron esta otra epidemia:1.- El jueves 23 de abril, el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, sostuvo dos versiones frente a los indicios de una epidemia de influenza. En la mañana, al ser cuestionado sobre la información publicada días antes en el periódico Reforma (cinco personas fallecidas y 218 casos en hospitales), el funcionario afirmó que “esto no es una pandemia de influenza… Estamos viendo la prolongación de la época estacional de la influenza, que normalmente se termina en febrero”.Doce horas después, a las 23:00 horas, en cadena nacional, Córdova Villalobos confirmó que sí se trataba del brote de un nuevo tipo de influenza aeróbico que requería “medidas extremas” y ordenó la suspensión de las actividades escolares en el Distrito Federal y el Valle de México. No aclaró cuántas personas habían sido hospitalizadas ni cuántos fallecimientos estaban relacionados con la nueva cepa viral.2.- La danza de las cifras inició el domingo 26 de abril y continúa hasta ahora. La Secretaría de Salud mencionó ese día 103 muertes por influenza “atípica” y más de mil 380 personas afectadas, la mayoría, en el Distrito Federal. Se generó la alerta global ante la confirmación de 20 casos en Estados Unidos.El lunes 27 de abril, Córdova Villalobos aseguró que los muertos por “influenza porcina” eran 20, pero un día después redujo la cifra a sólo siete muertes confirmadas. El 29 de abril esta cifra se elevó a ocho y el viernes 1 de mayo informó que eran 16 fallecidos en todo el país por “influenza humana”, la denominación que le otorgó la Secretaría de Salud. De 159 expedientes de personas fallecidas, en 58 no había justificación para relacionarlos con el virus y 85 se mantenían como “sospechosos”. Al corte del 1 de mayo, de los 16 decesos 11 fueron en el Distrito Federal, tres en el Estado de México, uno en Oaxaca y uno en Tlaxcala.3.- El martes 28 se generalizó la confusión en el manejo de las cifras y el tipo de decesos. Córdova Villalobos creó un nuevo rango: “muertes sospechosas” por influenza porcina. Ese día fueron 159, al día siguiente 176 y después ya no se mencionó este concepto hasta el 1 de mayo, que se informó de 85 “muertes sospechosas”. Afirmó que están vivos 381 contagiados por el virus de influenza humana.4.- La denominación del nuevo tipo de influenza también ha ocasionado confusiones. Primero se le llamó “influenza porcina” para diferenciarla de la “influenza estacional”. El lunes 27, los científicos estadunidenses de Atlanta que lograron aislar la nueva cepa la denominaron gripe A H1N1. En Francia se le intentó denominar “gripe mexicana”, lo que generó una airada protesta de la embajada de México por considerar el término “discriminatorio”. La OMS sugirió que se le denomine influenza A (H1N1), y el 1 de mayo, la Secretaría de Salud dejó de llamarla “influenza porcina”, porque “no se contagia por los cerdos”, y la llamó “virus de influenza humana”.5.- La oficialización de las medidas adoptadas en México provocó diferencias y suspicacias. El 25 de abril en el Diario Oficial de la Federación se publicó un decreto que autoriza a la Secretaría de Salud a tomar acciones para “prevenir, controlar y combatir la existencia y transmisión del virus de influenza estacional epidémica”. No menciona “influenza porcina” ni “influenza humana” ni A H1N1 ni define qué es “influenza estacional epidémica”.Entre las medidas se ordena “el aislamiento de personas que puedan padecer la enfermedad y de los portadores de gérmenes de la misma”, así como “el ingreso a todo tipo de local o casa habitación para el cumplimiento de actividades dirigidas al control y combate a la epidemia”. También autoriza la adquisición de equipo médico, agentes de diagnóstico, material quirúrgico, productos higiénicos y medicinas “sin necesidad de agotar el procedimiento de licitación pública”.6.- Está a discusión si México adoptó o no las medidas emergentes necesarias. Funcionarios de la OMS afirmaron que el organismo supo desde el 9 de abril de casos de “influenza sospechosa” en México y el 24 de abril recibieron la confirmación de laboratorios de Estados Unidos y Canadá que identificaron que se trataba de una nueva cepa. “Nos movilizamos en cuestión de horas”, dijo el vocero de la OMS, Thomas Abraham.Sin embargo, el presidente Felipe Calderón, en su mensaje a la nación del 29 de abril, afirmó que en México “se lanzó el 16 de abril una alerta epidemiológica para que las autoridades médicas de todo el país y de los hospitales tomaran las precauciones debidas” y se enviaron a “los mejores laboratorios del mundo” las muestras tomadas a personas enfermas.Coincidentemente, el mismo 16 de abril el presidente estadunidense Barack Obama realizó su primera visita oficial a México. Para ese momento, nadie había informado a la sociedad sobre la “alerta epidemiológica” en nuestro país a la que aludió Calderón.El epidemiólogo de la Secretaría de Salud Miguel Ángel Lezana, quien ganó notoriedad por minimizar el uso del cubrebocas, aseguró el 1 de mayo a la agencia AP que fue la OMS la que tardó en atender la alerta enviada desde el 16 de abril. “Aparentemente hubo algún problema. No sé si fue en la oficina de la Organización Panamericana de la Salud (brazo regional de la OMS), en México o en Washington”, afirmó Lezana, director del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica. (Jenaro Villamil).





“Ojalá que sientan el dolor…”

VERóNICA ESPINOSASAN LUIS POTOSÍ, SLP.- “Neumonía comunitaria”, dice el acta de defunción de Raymundo.Con 42 años de edad y de oficio mecánico, Raymundo murió el 10 de abril. Su nombre está en la lista de fallecimientos elaborada por la Secretaría de Salud, causados probablemente por la influenza A (H1N1).Pero ni su viuda ni nadie aquí lo sabe con certeza.Ninguno de los médicos que lo atendieron en la clínica 50 del IMSS en la capital del estado le pudo decir a Maricarmen la causa de la muerte de su esposo. De ahí el término “neumonía comunitaria”, que se utiliza en los casos en que el paciente la adquirió afuera, antes de ingresar al hospital.En el área de terapia intensiva de la clínica 50 donde estaba Raymundo, mandaron llamar a Maricarmen para que se despidiera y, posteriormente, para avisarle que su esposo ya había muerto.La doctora le dijo: “No es un consuelo, pero esto está pasando en muchos estados de la República; no sabemos de qué están muriendo. Su esposo estaba muy joven, una persona de esa edad aguanta una neumonía normal”.Diecinueve días después, Maricarmen asume plenamente que Raymundo tuvo influenza A (H1N1). Se convenció cuando cuatro empleados de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) llegaron a su casa el miércoles 29 en la tarde para hacerle preguntas sobre los hábitos de su esposo, con la única explicación de que era “para medir el impacto social de esta epidemia”.Maricarmen les contó que está preocupada porque no sabe si ella es portadora de la enfermedad; que en la clínica no le hicieron ninguna prueba ni le preguntaron nada sobre su estado de salud o el de los familiares que acudieron a ver a Raymundo en sus últimas horas; que no la han buscado de la Secretaría de Salud ni siquiera porque hay alerta de pandemia, y que en el laboratorio estatal se negaron a hacerle el cultivo faríngeo que le recomendó un amigo que es doctor, “porque no tengo los síntomas”.Los empleados de la Sedesol tampoco supieron qué decirle. Llenaron el formulario que llevaban con los datos sobre la vida de Raymundo, le pidieron que lo firmara y se fueron.Lo poco que Maricarmen sabe es que desde el lunes 6 de abril, cuando creyó que su esposo tenía una gripe severa, con fiebre de 39.5 grados, vio primero a un médico particular. Luego lo internó en la clínica 01 del IMSS, ubicada en la calle Nicolás Zapata, donde lo trataron por deshidratación.“Lo atendieron muy bien” y lo dieron de alta. Ante la reincidencia de los síntomas regresó a urgencias del IMSS, “donde vieron que ya era neumonía y lo tuvieron sentado en una silla de ruedas”. Raymundo terminó en el hospital 50, también del IMSS, en terapia intensiva, donde falleció el viernes 10 a las siete de la noche.En Urgencias del IMSS Zapata “lo pasaron a una camilla como a las 10 de la noche, y hasta las cuatro de la mañana me encontré a la doctora revisándolo. Ya estaba muy mal y corrieron a ponerle el oxígeno, luego lo tuvieron que entubar porque yo les reclamé que el nivel de oxigenación no era aceptable. La doctora ya no salió a darme información, no me decían nada, así que le hablé a una amiga, y a la una de la tarde del viernes lo cambiamos a la clínica 50, porque ahí hay internistas, hay mejor laboratorio”.Maricarmen creía que su esposo iba a mejorar. “Lo pasaron de inmediato a terapia intensiva. Pero luego la doctora ya nada más me dejó verlo para que me despidiera”.El miércoles 29, sentada ante la mesa del comedor de su casa, Maricarmen no ha podido aplacar su coraje. En la puerta sigue colgado el crespón negro de luto.La noche anterior, al salir de misa, vio de lejos al gobernador Marcelo de los Santos que inauguraba la iluminación del santuario de Guadalupe, invitado por las autoridades de la Iglesia católica local.“Sí tengo mucho coraje con el gobernador, porque quiso tapar todo. Qué bueno sería que él sintiera el dolor. Me oigo mal, pero ahorita sí se los deseo: que sientan el dolor.”PesadumbreEn el registro oficial de decesos también aparece José M., quien inicialmente ingresó a un hospital el 4 de abril y fue trasladado a la clínica del IMSS Zona 02 Cuauhtémoc, donde falleció el día 19.La fiebre le duró varios días. “Llegó a 39.8 grados; les pedimos hielo a las enfermeras, pero o no había o no estaban los de intendencia que lo traían, así que uno de nosotros tuvo que salir a comprar una bolsa. El medicamento que le ponían nunca le sirvió para bajar la temperatura”, dice su familia.Al agravarse el estado de José, los médicos informaron a sus hijas que sus pulmones estaban muy dañados, que le habían hecho varios estudios y los habían enviado a Estados Unidos. “Pero de esos estudios nunca supimos más nada”. Finalmente, una doctora les anunció la posibilidad de un desenlace fatal “en cuestión de horas”. Y pidió la autorización de la familia para practicar una autopsia, porque en la misma clínica había por lo menos otro par de casos similares “a los que podíamos ayudar”.–¿Y ya les informaron de los resultados?–No. Incluso nos habían dicho que, si su enfermedad era infecciosa, debíamos incinerarlo o velarlo a caja cerrada, pero después de la autopsia ya no nos dijeron nada.–¿Les mencionaron la influenza, les dieron seguimiento a ustedes?–De la influenza no nos han dicho nada hasta la fecha. Dijeron que nos darían seguimiento, pero apenas ayer (el martes 28) fueron a ver a algunos familiares para pedir que se hicieran unas pruebas. Y hoy fueron unos de la Sedesol a ver a mi mamá, querían tomar fotos y le hicieron preguntas sobre mi papá.Diez días después de la muerte de José, sus hijas están como al principio. “No nos dicen nada, no nos aclaran nada”.En el certificado de defunción sólo se apuntó: “Neumonía atípica, germen no determinado”. Tal vez por eso se dejó en blanco el nombre de la clínica donde murió.Los enredosLa epidemia de influenza en San Luis Potosí ha tenido una incidencia severa que lo ubicó entre las tres entidades más afectadas, junto con el Distrito Federal y el Estado de México. Hasta el viernes 1, el gobierno estatal reportaba 15 decesos.Pero prevalecen serias dudas sobre el control de la enfermedad, el número real de casos y defunciones, y la coordinación entre las instancias, debido a las contradicciones entre la información proporcionada por el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, y el gobernador Marcelo de los Santos.La confusión fue total a partir del miércoles 29, pues mientras Córdova Villalobos hablaba de siete defunciones en todo el país, confirmadas con incidencia de influenza A (H1N1), la Secretaría de Salud de San Luis Potosí emitía un reporte de 14 decesos en esta entidad.El director de Políticas de Calidad de la Secretaría de Salud del estado, el doctor Francisco Posadas, acepta que es una “situación muy compleja” y aclara que hasta el momento no se cuenta con ningún diagnóstico de laboratorio que confirme si hay casos de influenza A (H1N1) en la entidad, “porque no nos han llegado los resultados de la Ciudad de México”.Por si fuera poco, las primeras defunciones datan del 10 y 12 de abril, pero “nos las reportaron con fechas posteriores”, lo que atribuye en parte a la escasa participación de la medicina privada en las emergencias epidemiológicas, una falla que no se ha logrado subsanar.Ante los números aparentemente contradictorios, dice que si el parámetro es la confirmación en laboratorio de muertes causadas por el nuevo virus, “pues yo diría que no tengo ningún fallecimiento, porque ninguno ha sido corroborado, pero eso creo que es irresponsable. Ha habido defunciones prácticamente todos los días de la semana y yo tengo que cortar el brote, a ver cómo le hago. En eso me tengo que ocupar, y no en andarme peleando por si son 13 o 10 o 15”.Tradicionalmente, dice el funcionario durante la entrevista, en el manejo de las estadísticas estatales, nacionales y mundiales “siempre tratamos de minimizar los problemas. Lo primero que debemos tener muy claro es que la autoridad que está a cargo de esto diga la verdad y tenga muy claras las cifras. Nosotros estamos manejando la información que existe”.

Los muertos del sistema

MARCELA TURATIHay domicilios que no aparecen en el registro oficial de fallecimientos, pero en los que se guarda luto por personas que murieron por enfermedades respiratorias. Proceso entrevistó a familiares y médicos; recorrió hospitales, y se topó con historias que desnudan las debilidades de un sistema de salud colapsado. Un sistema que en algunos casos terminó por darle a la gente un puntapié al abismo.La muerte por influenza en México tiene el rostro de un subdirector del ISSSTE que estuvo en lista de espera mientras se liberaba una cama, un neumólogo y unos antivirales. El de un paisano que pasó sus últimas horas en una silla, compartiendo el aire y el hombro con otros enfermos en sala de urgencias. El de una joven arquitecta recluida sin diagnóstico junto a pacientes contagiados. El de un niño de cinco años a quien le negaron la vacuna de la influenza invernal porque la enfermera consideró que ya estaba grandecito…Ellos están registrados en las bitácoras oficiales –sin análisis de laboratorio de por medio– como “muertos por influenza”. Tienen nombre, apellido, un porvenir cancelado y familias que les lloran y les rezan un novenario. Comparten entre sí un historial de diagnósticos errados o tardíos, la peregrinación previa entre clínicas (públicas, privadas o “similares”), el purgatorio en salas de espera, la falta de los fármacos que les hubieran salvado la vida. Sus muertes forman parte de las 264 registradas del 1 al 26 de abril en la Ciudad de México a causa de “insuficiencias respiratorias agudas” o “neumonías atípicas”, lo que no significa que se trate por fuerza de casos de influenza A. Hasta el 13 de abril, cuando murió en Oaxaca la primera mujer por esa variedad de influenza, habían sido registrados 108 fallecimientos por causas respiratorias en la capital. Los siguientes 13 días perecieron muchos más: 156. Llama la atención que los primeros 21 días de abril fallecieron de neumonías atípicas nueve personas menores de 40 años sin historial de enfermedades, y que del 22 al 26, en sólo cinco días, fallecieron ocho personas jóvenes y, poco antes, sanas.La estadística oficial a la que este semanario tuvo acceso se corta el domingo 26, tres días después de que fue reconocida oficialmente la epidemia. La muerte inexplicable tocó lo mismo a una empleada de mostrador de 22 años, en Ixtapaluca; a un ayudante de cocina de 26 años de la delegación Álvaro Obregón; a un empleado y un médico treintañeros, respectivamente de Iztapalapa y del Estado de México; que a una ama de casa de Neza, a una arquitecta de 26 años, y a un niño de nueve, de Tlalpan.En la delegación Iztapalapa del Distrito Federal vivía 22% de las personas que murieron por “causas respiratorias” entre el 13 y el 26 de abril, 11% en Gustavo A. Madero, 9% en Venustiano Carranza y 7% en Iztacalco, Benito Juárez y Álvaro Obregón. De los fallecidos, 87 eran hombres y 84 mujeres. El 34% tenían menos de 40 años.Trato como a cualquieraEl registro fúnebre 265 corresponde a un médico mexiquense de 32 años. La causa de su muerte quedó registrada en las bitácoras oficiales como “neumonía aguda grave: influenza”. El joven, cuyo nombre se omite, era subdirector del ISSSTE de Texcoco y atendía pacientes como médico general. Estaba casado con la joven de la que se enamoró desde que iniciaron juntos la carrera de medicina. Era hijo de otro médico y tenía dos hermanos.La segunda semana de abril sintió fiebre y dolor de huesos, y tuvo tos. Como se automedicó y no sintió mejoría, un colega le subió la dosis. Días después arrojaba flemas con sangre. Se hizo estudios que determinaron neumonía. Trató de internarse en el Hospital General de las Américas, pero no lo aceptaron: no había camas disponibles. En un laboratorio particular tuvo que sacarse placas de pulmón y tórax. El sábado 18 consiguió ingresar a terapia intensiva del Hospital del ISSSTE ubicado en la avenida Politécnico. Ya iba inconsciente.Los medicamentos que le recetaron no se encontraban en la farmacia del hospital. Sus familiares, uno de ellos médico del ISSSTE, llamaron a los directivos de Toluca para que “liberaran” los medicamentos porque, sostienen, “sí había”. La familia tuvo que contratar a un neumólogo privado, del hospital ABC, porque el ISSSTE no tenía ninguno disponible. El médico diagnosticó que le estaban dando mal servicio al paciente y dijo que necesitaba aparatos para atenderlo.Ana Lilia, la hermana del médico –con cubrebocas, desde atrás de la reja de su casa cerrada con llave– recuerda: “Mi papá y mi cuñada hablaron con el director, le dijeron que no era posible que trataran así a un funcionario de nivel subdirector del ISSSTE, que cómo lo trataban como cualquier otro paciente”. La familia padeció la cruel burocracia hospitalaria. Sin compasión, los médicos les dijeron que iba a morir y la noticia, así, de botepronto, provocó que los nervios de la mamá colapsaran.“Entró el sábado y hasta el miércoles le dieron el antiviral. Si se lo hubieran dado a tiempo la hubiera librado”, dice la hermana de ojos tristes. Desde adentro de su casa de interés social se escucha el grito de su hijo, aburrido por el encierro. El médico falleció el 25 de abril a las 10 y media de la mañana. Ese mismo día, en terapia intensiva, se encontraba hospitalizado su hermano, con los mismos síntomas.No supieron qué teníaEn las fotos, Adriana aparece sonriente, abrazando a sus perros salchicha o esquiando feliz. ¿Qué iba a preocupar a esta veinteañera recién egresada de arquitectura? No un catarro.“La verdad, mi hija no se cuidaba la gripa, se bañaba en la noche y salía luego con pijamita ralita, dejaba la ventana abierta y aquí en el Ajusco hace mucho frío. Cuando se puso mala tenía la ventana abierta, le dio neumonía, no fue la influenza. No sé si la contagiaron en el hospital, no sé que pasó.”Lo dice su mamá, Silvia Vaca, quien quiere hablar de su hija para que todos se enteren de que no murió por la epidemia, con el fin de evitar la marginación, de la que ya fue objeto por unos familiares que no quisieron velarla.Adriana aparece en el registro de muertes por males respiratorios en el Distrito Federal con una acotación: “Neumonía por virus de la influenza”. Su mamá lo niega. Dice que el martes 21 ingresó al hospital privado San José con diagnóstico de neumonía.Un día después de que el gobierno decretó la emergencia, cuando Adriana ya estaba en terapia intensiva, en el hospital les sugirieron que la cambiaran a otro lugar. “Les urgía que la sacáramos de ahí”, dice la señora Silvia. Adriana ingresó al Centro Médico de Especialidades, al quinto piso, cama 514, directo al pabellón para pacientes con influenza. Su familia ya no volvió a verla. Murió en menos de 24 horas, el sábado 25 en la mañana.“Hubo negligencia –acusa–: en el Centro Médico tenían la obligación de hacerle un estudio antes de meterla a donde había influenza. Y en el San José apenas este lunes nos entregaron los estudios que le hicieron para ver si era influenza, y salió negativo. ¿Ya para qué me lo entregan, si ya mi hija murió?” En la nebulosa del diagnóstico y la desconfianza quedó también la familia de Óscar Corona Pérez, un niño de cinco años que se asoma en la foto de su último cumpleaños, mirando su pastel, en la sala de su casa, junto a la cual reposan sus cenizas. Hasta la Semana Santa tuvo fiebre. Un doctor particular le diagnosticó gripe y lo medicó, otro le cambió la receta. El jueves 16 se quejaba tanto del dolor de garganta que sus papás lo llevaron a la clínica 11 del IMSS pero no les permitieron dejarlo porque no tenía fiebre. Lo mismo en la clínica 27.A la mañana siguiente, Óscar entró al hospital La Raza, por Urgencias, vomitaba y se convulsionaba. Le diagnosticaron neumonía, después bronconeumonía, luego que quizá tenía “un virus o una bacterita”.“Desde que lo subieron yo estaba conforme porque le dieron un cuarto solo para él, pensaba que estaba rebién atendido, hasta que después supe que estaba aislado”, dice Marisela Pérez, su mamá. Óscar murió el 24. En el hospital les ordenaron incinerarlo, “para que el virus no fuera a salirse”. Su muerte no está registrada en las estadísticas oficiales. En su acta de defunción, sin embargo, se lee como causa de fallecimiento: “Neumonía por influenza”. “Los doctores me acusaron por negligencia, me dijeron que por qué no lo había vacunado, pero yo sí lo llevé a vacunar en diciembre, pero no le pusieron la vacuna que porque era nomás hasta los dos años”, se defiende ella.“Se necesitan jabones”Otros rostros de esta peste moderna son los de los médicos y enfermeras que, a tientas, sin aviso, intuyeron que algo raro había en el ambiente, improvisaron medidas para aislar la avalancha de pacientes con neumonías atípicas y, en algunos casos, dan la pelea para exigir equipamiento especial en sus hospitales. “Pedimos insumos, gogles, cubrebocas, batas, jabón, porque no tenemos”, dijo la fisioterapeuta Adriana, una de las trabajadoras del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) que salió a manifestarse a la calle el lunes 27 a mediodía. Atrás de ella, la enfermera Maru Vargas, con 35 años de servicio, se quejó de que llevaba cubrebocas como única protección, a pesar de que atendía a los enfermos de Urgencias.“Todos los pacientes se mezclan –detalla–, desde los que tienen crisis asmática, tuberculosis o influenza. Ahí tienen que esperar hasta que se desalojen las camas.”La influenza antes llamada porcina desnudó ante el mundo las debilidades del sistema de salud mexicano, donde los pacientes tienen que mendigar un turno para una diálisis de riñón, las listas de espera para recibir tratamiento son interminables y cada paciente tiene que llevar sus gasas y bisturís para su operación. Donde los doctores se manifiestan por falta de insumos.“Los médicos sí estábamos preparados para esta contingencia pero todo se atoró en el sistema organizacional: no se dieron órdenes desde las oficinas centrales, apenas se están armando los espacios en los hospitales, no hay un seguimiento epidemiológico para los infectados y sus familias, no se ha armado al equipo de atención médica de cada hospital, no aparece el equipo esencial que teníamos”, lamenta un médico que trabaja en el IMSS y en el ISSSTE, quien está capacitado para el control de epidemias.“Lo único que han hecho bien es avisar a la población y ahora estamos en una lucha contra el tiempo”, opina.Este es el sistema de salud que tienen que enfrentar las personas contagiadas por influenza. El mismo que ganó el concurso del trámite burocrático más inútil y gana en recomendaciones por violación de derechos humanos; en el que se venden los exámenes para residencias médicas; las licitaciones las ganan los amigos de los gobernadores y los compadres ocupan secretarías de salud y direcciones de hospitales.La nacionalidad de la muerte ¿La influenza respeta la nacionalidad? Si no, ¿por qué los gringos no se mueren? ¿Si Hugo García hubiera enfermado en Estados Unidos se hubiera salvado? La duda es cruel pero real. Después de 20 años en Boston, Hugo regresó a México, se reencontró con Lourdes, su enamorada desde que eran quinceañeros, y hace cinco meses se casaron. A mediados de abril, Hugo se sintió mal: catarro, ojos llorosos, gripe, dolor de cabeza. Aunque era un moreno robusto de 39 años, con cuerpo de toro, el viernes 17 no pudo levantarse. “Seguro tengo esa pinche enfermedad”, dijo aterrado la noche del 23 de abril, cuando vio en la televisión al secretario de Salud, José Ángel Córdova, decretando la emergencia por influenza.“No la agarraste, tú eres fuerte”, intentó tranquilizarlo Lourdes.Al día siguiente, a las ocho de la mañana, él ya hacía fila en el Hospital General de las Comunidades Europeas, en Iztapalapa. A las 11:30 le diagnosticaron pulmonía y le dieron el ingreso.“Lo inyectaron, le pusieron suero, lo tuvieron en una silla porque ya no había lugar en Urgencias, no cabía. Lo sentaron junto a un niño que tenía apendicitis y un señor enfermo de las vías respiratorias”, narra su esposa en la sala donde reza el novenario.A las cuatro horas de espera consiguió una cama. Lourdes estuvo acompañándolo y estuvieron siempre rodeados por otros pacientes. Aunque el secretario había anunciado la epidemia, en el hospital no hubo escudo sanitario y no lo aislaron:“Urgencias estaba lleno, si había 30 camas eran pocas, todos estaban apretados. Había chicas que habían dado a luz y nomás los separaban a todos las cortinas”, dice ella.Los médicos le dijeron a Lourdes que se despidiera de él porque ningún paciente de influenza había sobrevivido. Ella lo abrazó, le dijo que le echara ganas, que iba a recuperase. Pero él falleció el sábado 25. “Estaba calientito mi esposo, lo abracé, lo besé todo, el doctor me dejó estar con él”, dice toda ella hecha lágrimas. Hugo no aparece en la lista de las defunciones por neumonías atípicas ocurridas en el Distrito Federal ese sábado, en el que murieron 15 personas, tres de ellas jóvenes y sin historial de enfermedades.Lourdes recibió el cuerpo del hombre que fue su chambelán de 15 años y con quien dio una fugaz probada a la vida en pareja. Iba a velarlo y enterrarlo en domingo, pero un amigo le aconsejó que lo enterrara de inmediato.El lunes le detectaron pulmonía a ella y le recetaron un antiviral inexistente en farmacias. Su familia solicitó ayuda a amigos de Puebla, Veracruz, Querétaro y Quintana Roo para pescar el medicamento, pero no hubo. Pensaban que ella también moriría, hasta que un funcionario del gobierno capitalino los orientó para que pidieran el fármaco al Seguro Social.Ella, su mamá, sus hermanos y sus sobrinos fueron sometidos a exámenes; no les hallaron rastros de influenza.“No tenemos el bicho”, dice su hermana con la convicción de quien quiere ser escuchada por los vecinos, que tratan a su familia como si estuviera apestada.“Piensan que tenemos la enfermedad. Nadie nos quiere hablar. El otro día que venía del médico me sentí como esos perros echados a perder, una vecina me cerró la puerta”, dice la abuela.Hugo sospechaba que lo había contagiado un muchacho de Texas enfermo, que les estornudó en la cara a él y a un amigo en un tianguis. Ambos compartieron agua con él y contrajeron gripe. Lourdes no alberga el virus pero tiene encapsulado el coraje: “Las autoridades hubieran avisado antes, a lo mejor no con la alarma con la que suspendieron clases, sino más tranquilo, días antes. Con que hubieran dicho que había ese riesgo hubiéramos tomado conciencia”.La foto de Hugo, bienamado, envuelto en el dibujo de un corazón, está en el altar improvisado en casa de su suegra. Él se fue suspirando por la vida que llevaba en Boston, como chofer de limusina. Ella recuerda que en el hospital de Iztapalapa, en el tumulto, él comenzó a extrañar Boston. “Me decía que la vida allá era diferente, que allá todos tienen seguridad social, que vas al hospital, te atienden, tienen máquinas y médicos. Estaba enojado. Decía: ‘pinche país, namás vine a morirme. Me arrepiento de haberme quedado’”.

Angustia, impotencia, parálisis...

GLORIA LETICIA DíAZAngustia, desesperación e impotencia, así como incertidumbre, confusión y parálisis dejó en la población en general, pero principalmente en la del Distrito Federal, la falta de oficio, sobre todo del gobierno federal, para manejar la crisis sanitaria derivada de la aparición del virus A (H1N1), asegura Ana Gladys Vargas Espínola, especialista en tanatología y manejo de crisis, y directora de Vinculación y Desarrollo de la asociación Tech Palewi.Añade que durante los primeros 10 días de la contingencia sanitaria por la presencia del virus de la influenza A (H1N1) se manoseó la información y no se proporcionaron cifras claras de los fallecimientos.Como cofundadora de la asociaciónTech Palewi, Vargas Espínola y su equipo han brindado atención psicológica y emocional a víctimas de la tragedia en la discoteca New’s Divine y del avionazo en que murió el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño.A raíz de la crisis sanitaria, Tech Palewi y otras organizaciones sociales realizaron un diagnóstico de impacto emocional en los habitantes del Distrito Federal y del manejo que se le ha dado a ésta por parte de los gobiernos federal y local.Entrevistada el viernes 1, la especialista considera que la falta de información precisa por parte del gobierno federal produjo “una hipersensibilidad en la población”. De acuerdo con su diagnóstico, la gente está oscilando entre sentimientos de desesperación e impotencia, fragilidad emocional, incertidumbre y angustia. Además de la sensación de desamparo, asegura, la gente experimenta altos niveles de estrés y de apatía que dificultarán la recuperación económica del país.La tanatóloga hace un balance del comportamiento de la población luego de que el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, anunció la suspensión de actividades académicas motivada por la emergencia epidemiológica:“Entre el 24 y el 26 –sostiene– había un desconcierto total entre la gente, pero se movilizó para conseguir tapabocas y siguió las medidas preventivas ordenadas por las autoridades. El miedo fue creciendo de manera silenciosa y el fin de semana transcurrió entre la depresión y la tristeza.“El lunes 27 el problema se salió de control. Cuando la gente tiene que trasladarse en transporte público y al llegar a sus centros de trabajo se da cuenta de que no puede tocar a la gente a la que estaba acostumbrada a besar o abrazar, experimenta sensaciones de miedo y angustia. Así mismo, las personas muestran reacciones fóbicas, caminan lejos de los demás y si alguien tose o estornuda se le estigmatiza por miedo a la infección e incluso a la muerte. Es algo que no puede controlarse, es como un virus.”Alarmismo televisivoVargas Espínola asegura que la sensación generalizada de temor fue alimentada por “el manejo alarmista que Televisa y TV Azteca dieron a la emergencia sanitaria en sus primeros mensajes, que fueron terribles. Después cambiaron el tono y se moderaron, pero el daño ya estaba hecho”.Otro elemento que acrecentó la crisis emocional, sostiene, fue la descoordinación en los mensajes del gobierno federal y el local, sobre todo cuando el 28 de abril éste anunció que los restaurantes no podían atender al público en sus locales. Sin embargo, un día después la administración federal apuntaló el ordenamiento del gobierno capitalino al ordenar la suspensión de actividades no sustantivas en las dependencias del sector público.“En una situación de crisis nos colocamos en un proceso regresivo: entre mayor es la angustia empezamos a funcionar como niños, esperando que papá gobierno nos brinde protección. Cuando papá y mamá, esto es, el gobierno federal y el local, respectivamente, no se ponen de acuerdo y no pueden dar una respuesta ante el problema que se está viendo, en este caso la pandemia, se genera mucha angustia. Al igual que ocurre en las familias, viene la división: unos hijos se van con el papá y otros con la mamá. Al final de cuentas quienes pierden son los hijos; es decir, nosotros como ciudadanos”.Al frente de su equipo de Tech Palewi, Vargas Espínola colabora en un proyecto del gobierno capitalino para la atención a víctimas de la influenza y a la población en general.En el marco de este esfuerzo, los días 30 de abril y 1 de mayo se realizó un taller auspiciado por el mismo gobierno de la ciudad y las asociaciones Kinal Antzetik y Corazonar. En él participaron trabajadores del DIF, de la Procuraduría General de Justicia y de la Secretaría de Protección Civil: 134 hombres y 112 mujeres. A todos ellos se les aplicaron varias pruebas psicológicas, una de las cuales produjo resultados que alarmaron a los especialistas: en muchos dibujos la gente se representaba sin pies, lo que a juicio de los analistas es una muestra de “falta de arraigo e inmovilidad”.Para la atención a las víctimas de la epidemia el gobierno capitalino destinó 150 millones de pesos. Estos recursos serán canalizados a la atención psicológica de las 28 familias de las personas fallecidas hasta el viernes 1, así como para las de los 115 hospitalizados hasta esa fecha, informa en entrevista Patricia Patiño, directora ejecutiva de Protección a la Niñez del DIF, quien será la encargada de coordinar los trabajos de la Comisión de Apoyo a Víctimas de la Influenza.“No hay un límite por familia en cuestión de recursos e incluso se apoyará a personas que no radican en el Distrito Federal, pero que fueron atendidos en la red hospitalaria capitalina”, dice.A ese programa, resalta, “se suma la atención a la población abierta, porque la emergencia no sólo es sanitaria. Hay situaciones de ansiedad, de incertidumbre e irritabilidad que se tienen que atender, primero para que las familias afectadas recobren la estabilidad, y luego para que a nivel psicosocial aprendamos a vivir con una realidad que antes no conocíamos: este virus para el que hasta ahora no hay vacuna”.

Una inversión que no se hizo...

JESUSA CERVANTESDesde las 8:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde del 10 de octubre de 2006, el gobierno federal realizó un simulacro “para probar la capacidad de respuesta ante una pandemia de influenza”, ya que, mediante una serie de estudios, había llegado a la siguiente conclusión:“Las condiciones están dadas para que ocurra una nueva pandemia de influenza.”Advertido al respecto tras su toma de posesión como presidente, Felipe Calderón dispuso en su Presupuesto de Egresos de 2007 un gasto de 300 millones de pesos con el fin de que Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México, S.A. de C.V. (Birmex) “construyera una planta para producir vacunas contra la influenza en las instalaciones de un campus de productos farmacéuticos” del Estado de México.Sin embargo, dichos recursos nunca se utilizaron para ese fin, o por lo menos no se reportaron en los informes cuatrimestrales de 2007 dados a conocer por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.De acuerdo con el documento Avance físico y financiero de los programas y proyectos de inversión aprobados 2007, emitido por Hacienda, la Secretaría de Salud dedicó 29 millones 658 mil 362 pesos a la remodelación del Instituto Nacional de Virología, y para diciembre, cuando presentaba un subejercicio de 510 millones de pesos, ni un peso había destinado al laboratorio y las vacunas contra la influenza. Según el informe de subejercicios, esos 510 millones de pesos fueron transferidos al ISSSTE para “la compra de medicamentos”.No es todo. En su página de internet, actualizada al 12 de septiembre de 2008, el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (Indre) alertaba: “Ante la posible pandemia de influenza, es necesario que las autoridades sanitarias lleven a cabo acciones permanentes que contribuyan a limitar los daños a la salud de la población y evitar que se supere la capacidad de respuesta”. Tuvieron que pasar meses para que el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, y el presidente de la República, Felipe Calderón, decidieran tomar, con las autoridades educativas, la primera medida radical: suspender las clases de todos los niveles educativos en el Distrito Federal. Era el jueves 23 de abril de 2009, cuando ya habían muerto nueve personas en el Distrito Federal debido a “insuficiencia respiratoria aguda o neumonía atípica o por ambas causas”.Dos días después, el reportero Noé Cruz Serrano, del diario El Universal, dio a conocer un informe fechado en 2006 donde los laboratorios Birmex no sólo pronosticaban otra pandemia de influenza, sino que subrayaban que, debido a la falta de infraestructura para producir las vacunas, así como al déficit de las dosis necesarias para atender una crisis de tal naturaleza, existía el riesgo de “no tomar las medidas para atacar el problema oportunamente y dejar a la población vulnerable a este padecimiento”.Con el propósito de afrontar el problema, Birmex pidió a la Secretaría de Hacienda recursos para comprar a laboratorios Sanofi Pasteur su planta de farmacéuticos ubicada en Cuautitlán Izcalli, Estado de México, pero le fueron negados.Aunque para 2007 la Secretaria de Salud ya contaba con 300 millones de pesos para la adquisición de dicha planta generadora de vacunas contra la influenza, no se aplicaron a ese propósito. El mismo informe del gobierno federal de 2006 que da cuenta del simulacro, el Plan Nacional de Preparación y Respuesta ante una Pandemia de Influenza, asienta también: “Se iniciaron desde hace tres años actividades de preparación para dicha contingencia (la pandemia)”. Pero esto no se observa en los informes presupuestales de la Secretaría de Salud. Por ejemplo, en 2004 el gobierno de Vicente Fox no presupuestó un solo centavo para Birmex, pese a que ya en ese año la gripe aviar estaba haciendo estragos en el continente asiático.A su vez, el Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades (Cenavece), del cual depende el Indre, recibió tan sólo 1.72% del presupuesto total autorizado para la Secretaría de Salud, y aunque las “actividades de preparación” para la pandemia pudo haberlas realizado el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), que es el centro especializado en atender los efectos de la influenza en sus distintas modalidades, no fue así, pues éste sólo consiguió 2.19% de los recursos dedicados a Salud.En 2005, del presupuesto para Salud –34 mil 24 millones 454 mil 10 pesos–, el INER captó únicamente 1.36% (465.1 millones de pesos), y el Cenavece, 1.08% (368.5 millones). El mismo año Birmex recibió 104.4 millones, aunque tales recursos estuvieron etiquetados para el Instituto Nacional de Virología.La llegada de Felipe Calderón al gobierno federal no modificó en nada la política de desatención para este tipo de contingencias de salud, a pesar de que Vicente Fox y su entonces secretario de Salud, Julio Frenk, le dejaron la tarea hecha con el simulacro de pandemia de influenza. Luego de que los documentos oficiales establecieron que el proyecto para la producción de una vacuna contra la influenza requeriría la construcción de una planta, y que tendría un costo total de 510.8 millones de pesos, se estimó que en 2007 se ejercerían 252.9 millones; en 2008, 122.7 millones, y este año 135.1 millones. Además de que nada de eso ocurrió, en el Presupuesto de Egresos para 2009 Felipe Calderón no volvió a sugerir dinero para Birmex. Sin embargo, la Cámara de Diputados modificó su propuesta y entregó a la Secretaría de Salud 233 millones de pesos para elaborar las vacunas contra la influenza y comprar los laboratorios a Sanofi Pasteurs, además de otros 135.1 millones bajo el rubro de “proyectos de infraestructura social de salud”. Por cierto que en el Programa Presupuestario con Proyectos de Inversión de 2009 por primera vez se menciona el Estado de México, lugar donde se ubican los laboratorios Sanofi Pasteurs.Con el arribo de Julio Frenk a la Secretaría de Salud en el sexenio foxista, la política de salud y sus programas se modificaron radicalmente. En 2005, Frenk puso en marcha su concepción de Seguro Popular. Con el voto en contra del PRD en la Cámara de Diputados, se autorizó que 38% del presupuesto destinado a Salud fuera dedicado a ese nuevo programa. A Salud le correspondieron 34 mil millones de pesos, y de ellos 12 mil 906 millones se fueron al Seguro Popular, mientras que el INER apenas tuvo recursos por 465.1 millones, 1.36% del total. Peor aún le fue al Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, el cual apenas recibió 368.5 millones de pesos, 1.08%En el último presupuesto elaborado por Julio Frenk y Vicente Fox, cuando a Birmex no le correspondió un solo peso, el Seguro Popular se vio beneficiado con 49.12% del presupuesto y llegó a 20 mil 807 millones de pesos. De nuevo el Cenavece fue golpeado con tan sólo 0.89% (377 millones), en tanto que el INER logró 540.9 millones (1.27% del presupuesto global para salud).Los cambios impulsados por Julio Frenk en la Secretaría de Salud fueron la concreción de las políticas “sugeridas” por el Banco Mundial, que en su Informe sobre el desarrollo mundial de 1993 advertía en la página 7 del capítulo Invertir en salud que el modelo de salud debía cambiar. “Para muchos gobiernos –señalaba el documento–, la principal tarea es concentrar sus recursos y atención en compensar las deficiencias del mercado y financiar eficientemente servicios que beneficien en particular a los pobres”, y como ejemplo citaba el “financiamiento y prestación asegurada de un conjunto de servicios clínico-asistenciales”. Se refería a ofrecer servicios de salud en paquete, tal como opera actualmente el Seguro Popular, el cual sólo abarca a una parte de la población y ofrece atención ante 240 padecimientos, entre los cuales no se encuentran, por ejemplo, el cáncer, el sida y la leucemia.El Banco Mundial indicaba que “la amplitud y composición exacta” de este tipo de paquetes sólo pueden ser determinados por los propios países que los adopten, “tomando en cuenta las condiciones epidemiológicas, las preferencias locales y el nivel de ingreso”.Al respecto, Joel Herrera Ronquillo, asesor en materia de salud del llamado “gobierno legítimo”, manifestó que el Seguro Popular constituye una atención individual que deja a un lado la atención para la colectividad, es decir, justamente el ámbito donde se manifiestan epidemias como la influenza.Felipe Calderón siguió a pie juntillas el modelo impuesto por Julio Frenk en el sexenio foxista. Así, en su primer Presupuesto de Egresos de 2007 destinó a Salud 55 mil 583 millones 155 mil 867 pesos, de los cuales 53.39% fue para el Seguro Popular (29 mil 676 millones), en tanto que a Birmex le canalizó 0.53%; al INER, 0.97%, y al Cenavece, del que depende el Indre, 0.80%.En 2008 ocurrió lo mismo: De los 69 mil 426 millones 100 mil pesos de presupuesto, 56.62% se lo llevó el Seguro Popular; nada tuvo Birmex; el INER, 0.84%, y el Cenavece, 1.91%. Finalmente, para el año que corre, el presupuesto correspondiente alcanzó la elevada cifra de 85 mil 36 millones de pesos: para el Seguro Popular, 58.46%; para el Cenavece, 1.35%; para el INER, 0.77%, y para Birmex, 0.27%. (Esto último porque así lo ordenó la Cámara de Diputados).

Una denominación incómoda

ANNE MARIE MERGIERPARÍS.- A punto de convertirse en pandemia, entre todas las dudas planteadas por la nueva variante de influenza H1N1 que afecta mayormente a México, Estados Unidos y Canadá surge una que parece muy secundaria, comparada con las graves amenazas que pesan sobre la salud mundial: ¿cómo llamarle?El nombre mismo del nuevo virus causa cada vez más polémicas. Desde su surgimiento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) habló de influenza porcina. Pero el término está desatando reacciones virulentas en distintos medios. Los primeros en rebelarse fueron los integristas judíos y musulmanes que tienen prohibido no sólo comer puerco, sino también pronunciar esa palabra “impura”. Una inquietud más profunda no tardó en manifestarse en el seno de la comunidad copta, integrada por cristianos ortodoxos radicados en Egipto. Muchos de sus miembros crían puercos y empiezan a ser considerados como peligrosos por los responsables musulmanes del país.La Organización Internacional de la Salud Animal (OIEA) entró en la discusión, recalcando que el patrimonio genético del nuevo virus cuenta con componentes de origen humano, aviar y porcino, y que es absurdo referirse sólo a un elemento. Propone aludir a su origen geográfico y elegir el término de Influenza de Norte de América. Semejante aclaración alivia a la industria porcina, que exige el abandono del nombre dado por la OMS, que afecta directamente su producción y siembra dudas entre los consumidores de puerco. La prensa francesa resolvió el dilema a su manera: hace una semana rebautizó la nueva influenza llamándola gripe mexicana. La réplica de la Embajada de México en Francia no se hizo esperar. El jueves 30 de abril, la sede diplomática difundió ampliamente un comunicado indignado en el que señaló:“La embajada de México en Francia se permite hacer del conocimiento público que rechaza rotundamente el uso de la denominación ‘gripe mexicana’ cuando se hace referencia al virus H1N1 que provoca la enfermedad conocida como influenza porcina, estos dos términos utilizados por la Organización Mundial de la Salud”.Si bien reconoce que México es uno de los países en los que se ha registrado el brote de esta enfermedad, la representación diplomática también recuerda que, hasta el momento, los organismos sanitarios internacionales no han determinado el origen de este virus. Y reclama:“La embajada de México estima que este término puede ser considerado como discriminatorio, además de que no corresponde con la realidad que se vive actualmente en las naciones afectadas por esta enfermedad. “El uso de este tipo de denominaciones afecta la imagen de un país que luchó de manera rápida y eficaz para evitar la propagación de este virus y cuya estrategia ha sido reconocida por diversos Estados y organismos como la OMS y la Organización Panamericana de la Salud.”Entrevistado por el matutino Libération, el profesor Jean Philippe Derenne, coautor del libro premonitorio Pandemia, la gran amenaza, y jefe del servicio de neumología de un importante hospital parisino, cuestiona el término influenza porcina.Al igual que otros numerosos virólogos y epidemiólogos, enfatiza que “quizás esa influenza pasó por el puerco, pero por el momento no existe prueba alguna al respecto. Hasta ahora el virus no ha sido aislado en el animal y sabemos que se trasmite de ser humano a ser humano (…) El término influenza porcina es un abuso de lenguaje por parte de la OMS que siembra confusión. Me parece mejor hablar de Influenza de Norte de América. Es más adecuado que gripe mexicana porque no se sabe aún si el foco de esa gripe se encuentra realmente en México”.Por su lado, el profesor Jean Francois Saluzzo, virólogo y consultor de la OMS, afirmó que “ese virus circula con una forma distinta desde 1999. Se adaptó al hombre y de repente apareció en México. ¿Por qué? No lo sabemos. Muy probablemente por casualidad. Ese virus no tiene un origen nativo determinado. Hubiera podido surgir en cualquier otra parte”.Para el especialista, es erróneo llamarle “gripe mexicana”. Es lo mismo que se hizo en 1918 con la influenza española que nació en China. “Estábamos en plena Primera Guerra Mundial. La influenza porcina causaba estragos en los ejércitos alemanes y franceses. Los gobiernos de estos dos países cuidaban no comunicar al respecto para no informar al enemigo sobre sus pérdidas humanas. En cambio España, que no participaba a la guerra, dio a conocer toda la información que tenía. Esa transparencia le valió el triste privilegio de ser identificada con esa influenza que causó más muertos que la guerra misma”.En la noche del 30 de abril, la OMS zanjó la discusión: no se llamará más influenza porcina, rechazó nombrarla “gripe mexicana” y desechó la propuesta de “gripe del Norte de América”. El organismo optó por una solución salomónica: decidió que esa nueva epidemia se llamará “Influenza A (H1N1)”.

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